Sábado, 3 de junio. “Me avergüenzo de ser hombre” por José LuisÚriz

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La Opinión por José Luis Úriz


Me avergüenzo de ser hombre

El pasado domingo otras tres mujeres fueron
asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas. Sí, sí, asesinadas, porque el
lenguaje es muy importante, en especial el de ciertos medios de comunicación
que “crean opinión”.
Leer apenas hace unos días que un famoso
delincuente alunicero había sido asesinado en las calles de Madrid, mientras
que en el caso que nos ocupa y preocupa se lee “una mujer muere a manos de su
pareja”, causa estupor e indignación. Sobre todo, si como dicen los expertos en
esta lucha contra la violencia machista, resulta muy importante el trabajo
sobre esa educación.
¿Cómo acabar con esta lacra?
Compleja pregunta con difícil respuesta. Algo
parece evidente a la vista de que la inmensa mayoría de los casos de maltrato,
resultan ser del hombre contra la mujer y no al revés. Que la culpa, o para
utilizar un término alejado de la moral cristiana, la responsabilidad, es del
hombre. Es por lo tanto nuestra, del que escribe este artículo y también del
que siendo hombre lo lee.
No sólo en este campo destacamos en lo
negativo, también en los casos de pederastia o de asesinatos en serie. Existen
pocas evidencias de mujeres acusadas de delitos en estos tres campos.
Somos pues los hombres los que ejercemos el
maltrato, los que estamos implicados en la pederastia y en los crímenes en
serie, incluso los grandes genocidios de la humanidad han sido perpetrados por
hombres.
No vale aquí, como pretenden algunos, alegar
causas de siglos de educación del poder del hombre sobre la mujer, ni siquiera
la manida educación judeo-cristiana para justificar lo injustificable. La otra
religión monoteísta, el islam, resulta aún más cruel. Especialmente en los
últimos tiempos donde la capacidad de reflexionar, de analizar y por tanto de
rectificar es si cabe mayor que en momentos anteriores.
Resulta cierto que esa losa de siglos de
machismo es difícil quitársela de encima, pero es posible, es necesario y desde
luego no justifica ni esos comportamientos de una minoría, ni el silencio
cómplice de la mayoría.
A veces me sonrojo ante comentarios, chistes,
bromas, comportamientos de mis congéneres ante los que reacciono con dureza,
generando y eso es lo más grave, la incomprensión de los mismos. No me siento
reconocido en ellos, ni siquiera considero que estemos hechos de la misma
pasta, pero lamentablemente acabo dándome cuenta de que también aquí me
encuentro en minoría.
Escuchar cánticos impresentables (en voces
unánimemente masculinas) en ciertos campos de fútbol, a favor de maltratadores
impresentables, resulta desalentador.
¿Qué hacer? Pues al menos los que aún en un
mundo autista seguimos reflexionando y empatizando, evitar cualquier atisbo,
por mínimo que sea, de machismo discriminatorio con la mujer y a partir de ahí
no consentirlo en los demás. Comenzar el trabajo por nosotros mismos. Mirarnos
al espejo y preguntarnos: ¿José eres aún machista?
También resulta desolador para quienes
pertenecemos a la generación que luchó contra el franquismo, observar como esa
batalla que se desarrolló a finales de los 70 y 80 a favor de la igualdad de
derechos y que concienciaba al hombre evitando viera a la mujer como un objeto
de posesión, se haya visto quebrada en los últimos años, quizás por una
relajación en la educación de origen, en especial en las propias familias.
Ver a los y las jóvenes de ahora volver a los
lamentables principios de antes de nuestra democracia, ayuda a esta plaga de
violencia y al mismo tiempo produce preocupación y un cierto desánimo.
¿Cómo es posible que después del recorrido
realizado los y las jóvenes actuales sean más machistas que nuestra generación?
¿Qué está fallando para que eso ocurra? ¿Qué pasaría si en un año se siguieran
produciendo 80 asesinatos a manos de ETA, de ellos 20 niños y niñas? Responder
a estas preguntas, abrir un debate social y político sobre ellas puede dar
lugar a medidas eficaces para evitarlo.
No basta con las campañas, la indignación o la
solidaridad con las víctimas, la solución, como en el caso de la inmigración,
está en origen. En las familias que deben procurar inculcar valores de igualdad
y respeto, de intransigencia con cualquier síntoma de falta de ellas, más
medidas sólidas de educación en el seno de esas mismas familias.
Con ETA se acabó cuando la campaña contra su
violencia de los cuerpos y fuerza del estado, la presión judicial y la
colaboración internacional se vieron acompañadas por un trabajo eficaz en la
base social que la apoyaba, o sea en el lugar de donde nace el problema.
En esta dura batalla debe ocurrir lo mismo. No
son las mujeres, víctimas de esa violencia, quienes deben liderar la lucha
contra la misma, somos los causantes, los hombres, quienes debemos hacerlo,
empezando por nosotros mismos y por quienes tenemos algún tipo de ascendente,
en especial nuestros hijos machos.
Boicotear programas de televisión donde no se
corten de raíz comportamientos de ese tipo, o medios de comunicación, revistas,
películas, tertulianos, escritores, músicos y músicas que lo fomenten.
Empezando por ese bodrio que se llama la bachata, o ciertos corridos mexicanos.
Tolerancia cero, o mejor menos cien con todos
ellos
.
Después un pacto de estado profundo para acabar
con esta lacra, programas educativos serios, protección real a las víctimas y
sus hijos, castigos duros a los culpables, dotar de fondos para pisos en
alquiler, ayudas, casas de acogida. Un Pacto de Estado. Estamos en estado de
emergencia, todas las luces rojas permanecen encendidas y sólo una implicación
social y política profunda puede conseguir apagarlas.
Esta tarde escribiendo estas reflexiones me
siento avergonzado de ser hombre, de pertenecer a esa mitad de la humanidad que
maltrata y asesina a la otra mitad. Puede parecer exagerado, pero quizás sólo
desde esta posición intransigente podamos acabar con esto.
Uno sólo no puede, pero un solo grano ayuda a
compañero y puede lograr llenar el granero.
Como hombre, como macho avergonzado solidario
con la mujer, además de pedirlas excusas a todas y cada una de ellas, grito
alto y fuerte:

¡Basta ya! ¡No en mi nombre!
Nota: La Opinión es un espacio de Radio Rebelde Republicana abierto y plural, en el cual una serie de colaboradoras/es dejan su opinión respecto algunos temas, que no siempre tienen por qué estar en la línea editorial de nuestra emisora.

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