Reyes y/o bufones por Arturo del Villar

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Antiguamente los reyes mantenían en la corte a unos seres desgraciados, enanos, jorobados, locos o idiotas, con el cargo oficial de bufones, para burlarse de ellos. La mejor historia del reinado de Felipe IV la realizó Velázquez en sus pinturas: un rey con cara de idiota, entregado solamente a la caza y al estupro de doncellas, mientras dejaba la gobernación del reino a personajes tan ambiciosos como inútiles, por ejemplo el conde duque de Olivares, y unos seres deformes empleados como bufones para divertir al ocioso rey, con un rostro más humano que el del estúpido monarca.

Vergonzosamente, los más grandes poetas en lengua castellana de la historia coincidieron en ese reinado, Quevedo, Góngora y Lope de Vega, y todos ellos escribieron ditirambos en homenaje al rey, por haber matado a un animal salvaje en una cacería organizada. Era la única proeza que podía loarse en verso o en prosa de aquel imbécil coronado.

En la  actualidad los reyes no mantienen bufones, porque ese papel lo interpretan ellos. Nos sirven de burla a sus forzados vasallos, que de ese modo nos desquitamos del despilfarro que representa tener que estarlos manteniendo sin nada útil que hacer por el reino. Así vemos la portada de El Jueves, la revista más seria de España, correspondiente a esta semana en la que están convocadas elecciones de nuevo. Se ha dibujado al actual rey efectivo, nuestro señor Felipe VI, esparrancado en el trono, en su actitud favorita, rascándose la entrepierna, y presumiendo de seguir siendo jefe del Estado con el cien por cien de los votos escrutados. En las elecciones para las comunidades autónomas, ayuntamientos y Consejo de Europa, naturalmente, que él está por encima de esa plebeyez de las elecciones.

Repárese bien en el pico de la corona real, y en lo que cae el almohadón sobre el que reposan las reales posaderas, antes de que algún juez cortesano ordene el secuestro de la revista, según costumbre del reino.

Este dibujo es mucho más realista que el retrato pintado por Hernán Cortés de su majestad católica nuestro señor Felipe VI, para adorno del Salón de Ministros del Congreso de los Diputados. Por esa porquería el pintamonas nos ha cobrado 88.000 euros. Cierto que la cara del monarca es de por sí menos expresiva que una hortaliza, pero en el retrato queda más amorfa todavía.

Se quejaba Quevedo en la corte de Felipe VI: “¿No ha de haber un espíritu valiente?” A él le costó el encierro en una cárcel intentar serlo, pese a tantos ditirambos delirantes dedicados al rey cazador. Hoy debemos repetir ese verso, y preguntarnos si no hay ni un solo espíritu valiente que proponga en el Congreso eliminar ese repelente retrato perpetrado por Hernán Cortés y sustituirlo por la cubierta de El Jueves, en la que está realmente representado el rey nuestro señor en toda su real realidad. ¿A que no?

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