Miércoles, 13 de septiembre. “España: los intereses creados”

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La opinión por Manuel Ruiz Robles.
España: los intereses
creados
Mejor que
crear afectos es crear intereses (acto
II escena IX)
Jacinto
Benavente
La
grave crisis del Régimen del 78 no es más que un síntoma de otra crisis mucho
más profunda, desdibujada por la niebla de la historia, que viene de muy lejos:
la descomposición del imperio nacional-católico que llamamos España.
Sugiero
al amable lector que vea, si no lo hubiese hecho ya, el excelente film dirigido
por el cineasta Salvador Calvo: 1898
Los últimos de Filipinas.
La
“modélica Transición”, como origen de la crisis terminal del Estado borbónico, en
la que probablemente estemos inmersos, consistió en una reforma del franquismo,
pactada por un núcleo de líderes políticos, entre los que se encontraba Santiago
Carrillo, Secretario General del Partido Comunista de España PCE; el principal
partido de la oposición a la dictadura en la clandestinidad.
Un
partido, el PCE, que había luchado heroicamente, con numerosos mártires
asesinados por el franquismo, entre ellos el dirigente comunista Julián Grimau,
detenido en 1962 por la Brigada Político-Social, torturado en las mazmorras de
la Dirección General de Seguridad (DGS), y finamente condenado a muerte y
fusilado en 1963. Acto final de una farsa de consejo de guerra, constituido por
militares fascistas de alta graduación, sin ninguna preparación jurídica. Este
asesinato generó una ola de protestas en todo el mundo, incluido el Papa de
Roma, que intercedió por él.
Un
partido, el PCE, que contaba con el valiosísimo apoyo de las Comisiones
Obreras, lideradas por Marcelino Camacho ni nos domaron, ni nos
doblaron ni nos van a domesticar
y de numerosos movimientos sociales,
que incluían una pléyade de intelectuales y artistas valerosamente comprometidos
con el antifascismo.
Todo
este movimiento antifascista fue deliberadamente desmovilizado y liquidado en
la Transición, como contraprestación de los servicios cortesanos de Don
Santiago; personaje esencial que se prestó al blanqueo de la figura del rey, de
forma ostentosa, hasta el final de sus días. Absolutamente necesario, a su vez,
para alcanzar el reconocimiento y promoción personal que el astuto Secretario
General ambicionaba; conferido por el poder franquista que dominó la
Transición.
La
demonización del PCE por parte de la dictadura, y en particular de su Secretario
General, facilitaron al régimen la coartada de la “reconciliación nacional” a
fin de abortar una salida verdaderamente democrática, que desembocase en un
proceso constituyente en libertad, es decir en la III República federal.
Fue
un complejo proceso cuyo objetivo estratégico era el mantenimiento de la
hegemonía del poder franquista y el de sus herederos, incluida la monarquía, en
un “nuevo régimen”, que se proyectó desde las cancillerías del imperio.
Se
trataba del desarrollo de un nuevo sistema, mediante elaboradas técnicas de
marketing político, hábilmente complementadas con el terror que inspiraba una
cúpula militar ferozmente fascista, junto a la cooperación necesaria de algunos
dirigentes de la izquierda. Consistió finalmente en una reforma de las leyes más
antidemocráticas de la dictadura franquista, muchas de las cuales siguen hoy vigentes,
y la concesión de unas escasas libertades democráticas, hoy en franco
retroceso.
La
preconstitucional e ilegítima “Ley de Amnistía”, en realidad ley de “punto
final”, ignoró a miles y miles de ciudadanos asesinados vilmente por la
dictadura franquista, cuyos esqueletos, esparcidos por las cunetas, siguen sin
ser exhumados y constituyen una gigantesca fosa común sobre la que se asienta
el ilegítimo poder del rey y de su régimen; jurídicamente una extensión del
anterior: “de la ley a la ley”.
La
ambición personal de un núcleo muy influyente de políticos de izquierdas, opuestos
formalmente a la dictadura, y sus prisas por alcanzar puestos de gran
relevancia en el nuevo régimen, les llevó a colaborar con el enemigo: un
ejército procedente del nazi-fascismo, cuyo jefe supremo era Juan Carlos de
Borbón y Borbón, nombrado heredero directo, a título de rey, por el dictador
genocida Francisco Franco.
Una
poderosa trama oculta quedó durmiente en la Transición. Este aspecto, poco
conocido del gran público, quedó magistralmente narrado, en forma de ficción novelada,
por la escritora y periodista Enriqueta de la Cruz en El Testamento de la Liga Santa.
Hoy
levantan cabeza.
La
abdicación del rey en junio de 2013, presionado por una maniobra palaciega, sin
el más mínimo decoro democrático, entronizó de nuevo en el Estado español a dos
reyes: Juan Carlos de Borbón y
Borbón, que ostenta hoy en día la “dignidad” de rey de manera vitalicia y que, como
todo el mundo sabe, es un rey vividor y juerguista a costa del pueblo,
comisionista de la sanguinaria monarquía de Arabia Saudí. Este rey, vividor y
juerguista a costa del pueblo, realiza exclusivamente las funciones que le
asigna su sucesor, Felipe de Borbón y Grecia, conocido como Felipe VI; vástago
de la vieja casta borbónica que, a su vez, ha sido proclamado rey de España.
Toda aquella maniobra, urdida por la trama, quedó cocinada tras los
muros de palacio, sin haber previamente consultado en referéndum al pueblo
español. En fin, todo “muy democrático”, como corresponde a la “modélica
Transición”.
Este
pútrido régimen monárquico-parlamentario tiene ya poco recorrido. Sin embargo,
los Borbones en apuros, siempre recurrieron a sus fieles aliados, los cruzados
nacional-católicos; como hizo Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena, alias
“Alfonso XIII”, que concluyó su reinado haciendo mutis por el burladero. O a
maniobras antidemocráticas, como en el caso de Juan Carlos de Borbón y Borbón,
alias “el campechano”, con su autogolpe del 23 de febrero de 1981, que suscitó la
connivencia de una casta política cuyo interés era descabalgar al presidente constitucional
Adolfo Suarez, alzándose con el gobierno del Estado español; finalmente enajenados
por el enorme poder que les otorgó la nueva situación, enriqueciéndose descaradamente
de forma ilícita y mafiosa.
Esta
situación de pudrimiento alcanza también a una parte influyente del Ejército,
como pone de manifiesto el valeroso teniente Luis Gonzalo Segura, denunciante
de corrupción, con pruebas irrefutables, en su nueva obra El Libro Negro del Ejército Español.
Hoy
en día, el procés, es la muestra más
palpable de una asombrosa rebelión democrática, impulsada por una mayoría de la
ciudadanía de Cataluña, que, exigiendo su derecho a expresarse en libertad, ha
dado –conscientemente, o no- el pistoletazo de salida para liquidar pacífica y democráticamente
el régimen del 78.
Dicho
proceso es en realidad la continuación de una Revolución en marcha, vote o no
el pueblo de Catalunya el 1.O. No se trata, pues, de una “algarabía”, como
afirmaba el Sr. Rajoy. Quien no sepa o no quiera ver lo que está sucediendo,
quedará relegado en el devenir de nuestra patria común, que será finalmente una
República federal o confederal; lo que muchos deseamos, por el bien de nuestros
pueblos.
Guárdese,
por lo tanto, Sr. Rajoy, de los Borbones, de los militares nacional-católicos y
de los colaboracionistas dinásticos, es decir monárquicos, tentados, como todo
indica, de editar la segunda edición de una nueva maniobra auto-golpista en
versión light, a fin de poner a salvo su corona, tan rentable para algunos;
descabalgándole a usted, “manu militari”, del gobierno de la nación.
El
surgimiento de la rebelión ciudadana del 15M, que brotó pueblo en las plazas; las
crecientes diadas; las mareas gallegas; las confluencias; la toma democrática
de los ayuntamientos, parlamentos autonómicos y parlamento de la nación por  las fuerzas del cambio; la valerosa rebelión de las bases del PSOE, exigiendo
la unidad de las izquierdas, frente al golpe interno promovido por un sector
colaboracionista del aparato del partido; etcétera; son, sin lugar a dudas, los primeros
fulgores de una revolución pacífica que no podrán impedir las fuerzas
reaccionarias sin el recurso a una mayor represión y -en última instancia- a la
violencia armada; de imposible ejecución frente a una marea pacífica y democrática
de tal amplitud.
La
izquierda colaboracionista, emboscada en un sector de la izquierda llamada dinástica,
es decir monárquica, contraerá una grave responsabilidad histórica si se deja
arrastrar por el poder franquista a una espiral de represión de consecuencias
imprevisibles.
Estemos,
pues, vigilantes; con valor: No tic por.
Por
ello, hoy más que nunca, alcemos nuestra voz y digamos ¡Viva la República! 
Manuel Ruiz Robles,
capitán de navío (R) de la Armada, portavoz del colectivo de militares demócratas
Anemoi.
Nota: La Opinión es un espacio de Radio Rebelde Republicana abierto y plural, en el cual una serie de colaboradoras/es dejan su opinión respecto algunos temas, que no siempre tienen por qué estar en la línea editorial de nuestra emisora.
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