
El canónigo Escoiquiz describía así a María Luisa: “Una constitución ardiente y voluptuosa… Y
una sagacidad poco común para ganar los corazones que… le había de dar…. un
imperio decisivo sobre su joven esposo de carácter de Carlos, lleno de
inocencia y aún de total ignorancia en materia de amor, criado como un novicio,
de solo dieciséis años, de un corazón sencillo y recto y de una bondad que daba
en el extremo de la flaqueza… A sus brillantes cualidades juntaba un corazón
naturalmente vicioso incapaz de un verdadero cariño, un egoísmo extremado, una
astucia refinada, una hipocresía y un disimulo increíbles y un talento que…
dominado por sus pasiones, no se ocupaba más que en hallar medios de
satisfacerlas y miraba como un tormento intolerable toda aplicación a cualquier
asunto verdaderamente serio… obligándola a dar al favorito más inexperto las
riendas del gobierno, siempre que él supiera aprovecharse del ascendiente
absoluto que, a falta de amor, le daba el vicio sobre su alma corrompida”.
una sagacidad poco común para ganar los corazones que… le había de dar…. un
imperio decisivo sobre su joven esposo de carácter de Carlos, lleno de
inocencia y aún de total ignorancia en materia de amor, criado como un novicio,
de solo dieciséis años, de un corazón sencillo y recto y de una bondad que daba
en el extremo de la flaqueza… A sus brillantes cualidades juntaba un corazón
naturalmente vicioso incapaz de un verdadero cariño, un egoísmo extremado, una
astucia refinada, una hipocresía y un disimulo increíbles y un talento que…
dominado por sus pasiones, no se ocupaba más que en hallar medios de
satisfacerlas y miraba como un tormento intolerable toda aplicación a cualquier
asunto verdaderamente serio… obligándola a dar al favorito más inexperto las
riendas del gobierno, siempre que él supiera aprovecharse del ascendiente
absoluto que, a falta de amor, le daba el vicio sobre su alma corrompida”.