
su primer parto, Isabel intenta guardar la compostura. Ordena, que
se apagaran todos los candelabros de la habitación. Hizo que le
taparan la cara con un pañuelo, para que los asistentes no pudieran
ver el sufrimiento de su cara. Isabel no quería gritar y la
comadrona, que le asistía, le recomendó que gritara. Isabel le
contesta: “no
me digas tal, comadre mía, que me moriré, pero no gritaré”.
(Nota este espacio esta dirigido y presentado por Edmundo Fayanas, Profesor de historia)