Soplan vientos contrarios a la monarquía por todo el mundo. En el siglo XXI las pocas monarquías que aún se mantienen deben reformarse para subsistir. La Organización de Naciones Unidas está compuesta por 193 países, y el presunto Estado Vaticano como observador. De ellos 43 son monarquías y también lo es el llamado Vaticano, con un jefe de Estado vitalicio de autoridad absoluta e infalible, pero no hereditario, sino elegido por sufragio limitado, una anomalía absurda aceptada por los verdaderos estados.
Antiguamente las monarquías eran absolutistas, y la autoridad del monarca no podía discutirse, de tal forma que quien la cuestionase inevitablemente se hacía reo de muerte. En la actualidad todavía subsisten monarcas absolutos, como los de Arabia Saudita o Brunei. Sin embargo, la mayoría ha aceptado pasar a ser constitucionales, sometidos a una norma elaborada por un grupo de notables, votada por el pueblo y sancionada por el rey.
Las monarquías son instituciones en estado de extinción, que pretenden un aggiornamento para subsistir, por decirlo con la palabra utilizada para explicar la aparente transformación de la Iglesia catolicorromana, asimismo obligada a reformar sus estructuras para evitar la desaparición, ante la fuga de creyentes que no comulgan no ya con ruedas de molino, ni siquiera con hostias. Son dos residuos del pasado, inservibles para el mundo actual, por los que ya no apuesta nadie porque está asegurado su eclipse total.
Ahora le toca el turno a la monarquía tailandesa. La Agencia France—Presse ha dado a conocer un amplio informe, el día 8 de noviembre de 2020, bien ilustrado, sobre las manifestaciones que se suceden en la capital del reino, Bangkok, un lugar que existe gracias al turismo internacional, atraído por los numerosos templos conservados en mejor o peor estado, como demostración de una fe muy encarnada antiguamente, pero ya olvidada, y por la prostitución, especialmente la infantil, controlada por las autoridades. Los viajes organizados para turistas occidentales incluyen siempre ese aliciente sexual con niños y niñas, según las preferencias.
En teoría Tailandia es una monarquía constitucional desde 1932, aunque de hecho el monarca hace su voluntad, sustentado por las Fuerzas Armadas a su servicio. Qué nos van a contar a nosotros que no sepamos. Según relata France—Presse, el dia 8 de noviembre se produjo una manifestación en Bangkok, en la que participaron siete mil personas, cifra facilitada por la Policía, que en estos casos siempre se equivoca al contar en España, y probablemente suceda lo mismo en Tailandia, debido a esa costumbre generalizada entre las llamadas fuerzas del orden de asegurar que lo tienen todo controlado. Ahí el control consistió en disparar cañones de agua contra la multitud pacífica. Por el momento sólo de agua. Es de agradecer el detalle.
Los manifestantes marcharon hasta el Gran Palacio, para exigir al rey Maha Vajiralongkorn que inicie un diálogo con representantes del pueblo, destinado a reformar la monarquía. En sus manifestaciones a France—Presse los manifestantes aseguraron que no pretendían poner fin a la monarquía, sino adaptarla a la sociedad actual. Como si eso fuera posible.
Reclaman la abolición de la vigente ley de lesa majestad, que castiga con penas de hasta quince años de prisión cualquier difamación o insulto al monarca. Los españoles debemos solidarizarnos con esa demanda, puesto que en las mazmorras nazionales pasan forzosamente sus días escritores, dibujantes y cantantes acusados por los jueces regalistas de “ofensas a la Corona”, que es así como se denomina aquí toda presunta falta de respeto a la autoridad del monarca heredado del padre heredero del dictadorísimo.
También el rey actual de Tailandia, por no repetir su complicado nombre, sucedió a su padre en 2016, según la tradición monárquica antidemocrática, y desde entonces se dedicó a reforzar los poderes reales. Le acusan sus vasallos de haber incrementado al mismo tiempo que la autoridad real sus cuentas corrientes y secretas en paraísos fiscales. Insisto en resaltar que eso se dijo en una manifestación organizada contra el rey de Tailandia, no el de España, porque aquí eso no está permitido, aunque ganas no nos faltan de hacerlo. Pero los jueces españoles, que administran la Justicia en nombre del rey, según previene el primer párrafo del artículo 117 de la Constitución borbónica vigente, toleran que el rey delincuente se fugue del reino, y en cambio condenan a quienes osan censurar su comportamiento. Así funcionan las monarquías. Por eso la inmensa mayoría de los seres humanos prefiere la República, en Tailandia como en España. Yo también.
Arturo del Villar, presidente del colectivo republicano tercer milenio.
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